5/9/12

Rosa I

La rosa desdeñaba su cultura reciente
en el frágil poema de cadencia inocente.
Ya sabía que era simbólica y perfecta
y que no moriría su figura provecta.
Estaba en el poema, fecunda y fugitiva,
de la mano de Venus, en sensual comitiva.
Y creyó que era ella la flor de primavera,
envanecida rosa, sintiéndose primera.
Elverano mimaba su plena lozanía
y la flor, embriagada, pasiones encendía.
Pero vino el otoño, pasajero inclemente,
y llenó de hojas secas el canto decadente.
La tradición pesaba en el invierno helado,
y la literatura miraba hacia otro lado.
Tempestades, abismos, amores imposibles,
ahogaban a la rosa en cantos invisibles.
 Pero los ideales, en mítica estructura,
estaban en el fondo de toda la cultura.
Y el insomne poeta con mirada moderna
recuperó el espacio para la rosa eterna.
 No hay remedio. Perdura, en poesía o en prosa,
el ideal, el nombre, la imagen de la rosa.


Teresa Martín Taffarel (Argentina)

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